lunes, 16 de junio de 2008

"Andrómeda encadenada"

Durante la rueda de prensa en la nueva sala donde se exhiben obras del Prado en el Museo Víctor Balaguer, la obra de Rubens nos atrajo a varios como un imán. Es sorprendente fotografiar las luces que el artista pintó con sus óleos, en medio de la tenue iluminación del lugar. En ese lienzo de 193 por 104 centímetros está plasmado el pasaje mitológico con final feliz, de una mujer expuesta al sacrificio por culpa de sus padres.

Hija de Casiopea y Cefeo, rey etíope en Filistía. Andrómeda se metió en problemas desde el día en que a su madre le dio por proclamar a los cuatro vientos la belleza de ambas, superando incluso a las mismas Nereidas, ninfas del mar que, “¡Se lo voy a decir a mi papá!” , corrieron a quejarse con el malhumorado dios Poseidón, muy temido por sus arrebatos. El padre ofendido, no sólo envió un diluvio que inundó Filistía, sino que además le encargó al monstruo marino Ceto, que devastara la región. El rey Cefeo desesperado, consultó el Oráculo de Amón, que le reveló como única esperanza, sacrificar al bellezón de su hija al horrendo monstruo. “Te quiero mucho mi niña, pero este bicho acabará con todos”, debió haberle susurrado lloroso al llevarla al acantilado, donde fue encadenada desnudita y con unas joyas llamativas, para que se sacie devorándola el cruel enviado de Poseidón.

Cuando la pobre Andrómeda llevaba un rato allí, jadeando menesterosa ante su cruel destino, fue cuando apareció Perseo, el galanazo hijo de Zeus, que venía de cortarle la cabeza a Medusa, villana hermosa que con una sola mirada suya convertía en piedra a cualquiera que se le pusiera a tiro, en especial a los hombres. (Por cierto que esta mujer fatal estaba al instante de morir, embarazada de Poseidón). Tengo entendido que del cuello de Medusa, fue de donde brotó el caballo alado Pegaso y el gigantón Crisaor. En fin, que el victorioso Perseo viajaba de regreso montado sobre Pegaso, (otros dicen que él en realidad volaba con sus viejas sandalias aladas de toda la vida). De pronto el héroe vio algo entre los acantilados y cuando efectuó un vuelo rasante de reconocimiento, quedó inmediatamente enamorado de Andrómeda. Como no era cuestión de perder las formas, fue a solicitarle la mano a los padres antes de liberarla. “Vale, pero antes mate al monstruo que por eso la niña está allí, si es que no ha sido ya devorada”. Perseo sin despeinarse cogió su hoz, se sumergió en el mar y decapitó a la bestia. Luego subió a las rocas, liberó a la preciosa chica y todo gallardo se presentó cargándola en brazos a donde los padres, que una vez más, obraron con torpeza al romper lo pactado, arguyendo como vil excusa de que ella en realidad estaba prometida previamente con Agenor, un yogurcito hijo de Poseidón (¡otra vez Poseidón!), que se presentó con sus tropas y armó la grande. No contaron con que Perseo aparte de ser un extraordinario guerrero era además muy listo, y cuando éste se vio rodeado, sacó la cabeza de Medusa, que la tenía guardada como un melón bajo el brazo y cuyos ojos muertos, aún seguían siendo igual de letales, para petrificar a los agresores. Agenor derrotado, se retiró con el resto de tropa que se salvó, en tanto que héroe y rescatada se fundieron en un abrazo. Andrómeda, además de sentirse feliz por librarse de los idiotas que tenía de padres, estaba enamoradísima de Perseo, con quien tuvo seis hijos.

La rueda de prensa pasó a realizar un recorrido cuadro por cuadro, lo que me brindaría una mejor composición con gente contemplando las obras. Estaba aguantando la respiración para trabajar a baja velocidad, con el lente 80-200 apoyado en un muro desde muy atrás del grupo, cuando comentaron. “...Y este es el cuadro de Rubens, que como veis, las mujeres que él pintaba solían ser modelos muy blancas, rellenitas, caderas anchas, hasta con celulitis, ese era su patrón de belleza...”. En ese momento algunas periodistas se acariciaron halagadas sus caderas, mientras contemplaban a la bella Andrómeda.