sábado, 24 de mayo de 2008

La Soledad de Joaquín Cortés

"Mi soledad" de Joaquín Cortés. Presentación en Sitges.

“Silencio...que el odio calle”. Yace en el tablao casi desnudo y se retuerce, como despertándose de una pesadilla. Se pone de pie. Su soledad es una candela que cobra fuerza conforme va zapateando y es arropado por el cante jondo de tres mujeres adoloridas, parecen almas atormentadas que se requiebran y lo acarician con sus voces. De pronto el bailarín se convierte en una gran llama, que seguirá solitaria en medio la oscuridad, escoltada por sombras que a veces se multiplican y otras se ocultan, pero que no dejan de tocarle las palmas, entre guitarras, cellos, percusiones y violines furiosos. Hay también voces masculinas que cantan desgarradas.

Arde el tablao, las luces en forma de una gran H en el suelo dan la sensación que el hombre baila entre brasas.

Y a veces de eso se trata la soledad, cuando te vas quemando por dentro hasta consumirte, y sin embargo las llamas de tu fuego no pueden ir más allá de ti. Ni siquiera tu candela puede iluminar para ver si tienes alguien a tu alrededor, porque todo ha quedado envuelto en sombras.

“¡¡..Guaapo...Quítate la camiza que azí te vé mejoó..!!”, insistían las mujeres del público que estaban enloquecidas, “¡¡..Zin camiza es mejó miaarmaaa...!!” coreó otra. En una pausa, el hombre respondió con mirada de lobo humilde “Guapo no...ya quisiera yo serlo..!”.
Habían chicas que movían sus hombros totalmente erotizadas. “¡...Asiií...assiiií..Con étasis mi amoó...!” , exclamaba una morena de cabellos negros alborotados que batía la cabeza, al borde de un orgasmo gitano.

Escapo entre los aplausos finales y cuando me acerco al coche, de entre las sombras me salió una mujer gorda y enorme, que con voz masculina intimidante me preguntó casi en un susurro: “Oye guapo..¿tú crees que a ÉL lo saquen por esta puerta?. Es que estoy segura que ese Mercedes Benz es su coche y quiero vélo...¿sabes?..quiero vélo pa’ ve’ si es de verda’...!!”.

viernes, 16 de mayo de 2008

El telégrafo de la esquina

Estaba en plena sesión de retratos en Badalona y ese pequeño cartel me seguía distrayendo. A veces sucede. Cuentas con muy poco tiempo para hacer una foto y justo
al otro lado, lejos del encuadre, ves algo que te jala de la oreja. Se trataba de un cartel muy antiguo, en la esquina de un edificio que tiene pinta de tener los días contados. Le indico a la persona el sitio donde debe posar y por el rabillo del ojo, veo a una jodida paloma que se asoma por la ventana, "una composición entrañable”, como diría una ex-alumna gallega. Ya no aguanté más. Giré, hice la foto y luego volví a enfocar el trabajo del día.

Recuerdo que de niño me costó un huevo aprender la clave morse, en los boy scouts claro, ¿dónde más un chavalín de doce años se memorizaría el código entero?. Juan me decía en aquel entonces para convencerme de su importancia, “quien quita, un día puede que estemos en un barco encallado en los arrecifes en medio de una tormenta, el operador de radio se encuentre herido y tengamos que pedir ayuda, entonces ya sabes: tres puntos..tres rayas...tres puntos...no se te olvide agregar el nombre del barco, las coordenadas donde nos ubicamos y la cantidad de gente a bordo.” (Juan siempre razonaba así, con ese toque de alarma, desde que éramos unas pulgas rabiosas). No llegamos a estar metidos en un naufragio, claro. Eso sí, mis chuletas en bachillerato estaban cifradas en morse y nunca me pillaron.
Ese letrero debería ser considerado un patrimonio histórico, quizás un coleccionista friki, ya le debe tener puesto el ojo apenas tumben el edificio. Si yo viviera cerca de allí, creo que me pondría a forcejear para quedármelo, no quedaría mal en la puerta del estudio. Los mensajes a través del telégrafo solían ser breves, cada palabra encarecía el mensaje y para ello había un lenguaje. Podría considerarse el abuelo del SMS: “SOLICITOLE INFORMACION PARADERO DE AGUIRRE (PUNTO)”, “FELICITOTE POR ASCENSO (PUNTO)”, “QUEDADESPEDIDO (PUNTO)”, “FULANITO FALLECIO (PUNTO)”, “TEAMO(PUNTO)VUELVO MAÑANA (PUNTO)” O mi favoritos, el de un antepasado mío que durante la guerra entre Bolivia y Paraguay, fue hecho prisionero y apenas se fugó, tuvo la delicadeza de enviar un telegrama a la familia: “HOY ADIOS ASUNTITA (PUNTO), y cuando llegó a la Argentina: “AUNQUE MAL LLEGUE BIEN (PUNTO)”.

Supongo que más para efectos leguleyos que por otra cosa, aún existe el servicio de envíos de mensaje por telegramas, pero esa ya es otra historia. La palabra “Telégrafo” me evoca ese "bip-biip-biip-bip-bip" eléctrico en un código morse acelerado. Quizás desde un barco, como se lo imaginó Juan, las películas de espionaje de la Segunda Guerra Mundial, o una tarde lluviosa en Macondo.

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viernes, 9 de mayo de 2008

"WRITE THE TRUTH"


Robert McKee, maestro de guionistas de Hollywood, suele firmar sus libros con esta frase, escrita con rotulador grueso y en trazos firmes, que tienen sabor a orden dictada con severidad. “Escribe la verdad”, suena a mandato periodístico, dicho por algún profe de la vieja escuela. “Escribe la verdad”, al igual que cuando se va a cubrir un suceso amargo en un lugar, y te topas con víctimas que reclaman con la misma frase, "...escribe la verdad de lo que pasó aquí.!". “Escribe la verdad”, evoca también el diálogo de una película de misterio, donde un moribundo agarra por la camisa al protagonista y le exige que diga la verdad de lo que vio.

McKee se refiere al escritor que se sienta frente al teclado para armar una historia, no importa que esta sea una ficción, o que los personajes jamás existieran. “Recuerden que el público es más inteligente que el escritor”, advierte. Así que si echas un cuento pleno de lugares comunes, clichés, soluciones mágicas, “deus ex machina” que salva de un plumazo el callejón sin salida, también estarás engañando al lector. Por algo él postula hasta con furia, “El aficionado ama todo lo que escribe, en cambio los verdaderos profesionales no se engañan a si mismos, viven en un infierno y se la pasan reescribiendo. Si arañamos las buenas historias hasta quitarles la piel, descubrimos una forma universal para contarlas.”
Por ello la base de una buena película está en una historia bien contada, un guión estructurado al detalle. McKee afirma con una vehemencia algo corporativa, que el verdadero creador es el guionista y todos los demás, desde los directores a los actores, son sus intérpretes. “Eso es lo que demostró la huelga de guionistas en Hollywood, que nadie más puede trabajar, hasta que ellos se sientan a escribir.” Justo en estos días, Susan Sarandon respondió en una entrevista, “cuando me ofrecen un papel, siempre le pregunto al director dos cosas: ¿por qué quieres hacer esta película?, y ¿de qué trata la película? Le sorprendería saber cuántos directores son incapaces de contestar una de las dos o las dos.”

Es que hasta para contar una mentira, como lo es una historia de ficción, hay que hacerlo con la verdad de por medio.