jueves, 13 de marzo de 2008

Recuerdos mortales




Sucedió hace como tres semanas en un trayecto rumbo a Barcelona. Ya el tren de Cercanías estaba entrando a la ciudad cuando una mujer se apareció desde el otro vagón gritando muy azorada. “¿Hay un médico por aquí?...¡necesitamos un médico..!”. Pasó volando frente a mí, abrió la puerta y se dirigió al siguiente vagón. Por dentro deseaba verla regresar acompañada, pero volvió jadeando sin nadie que la siguiera. Yo iba cargadísimo con mi ordenador portátil y el bolso con varias cámaras, apenas me podía mover. “¡Necesito ayuda!”, gritó ella finalmente. Me sentí muy mal conmigo mismo, había tardado demasiado en reaccionar. Cualquier otro de mis compañeros del “Victor” ni lo hubieran dudado, casi que vi a Bazzani reprochándome, “mal..muy mal Chinook...¿qué coño has aprendido luego de tantos años?..si fuera un paro cardíaco ya habrías dejado pasar demasiado tiempo..”. Todo eso pensaba mientras iba corriendo con mi oficina a cuestas detrás de la mujer, que atropelladamente me decía que alguien tenía un ataque de epilepsia. Se trataba de un hombre joven que yacía acostado de lado, rodeado de mucha gente que no sabía qué hacer, algunos hablaban a gritos empeorando las cosas, lo de siempre. El chico estaba consciente, hablaba incoherencias y no se trataba de epilepsia, pero se lo veía presa de una severa crisis de ansiedad.

En ese momento el tren ya se había detenido en la estación de Bellvitge, cuando traté de decir que no lo bajasen, que estábamos cerca de Sants donde pudiera ser atendido mejor, una persona ya había activado la alarma, otros agarraron al chico y lo bajaron a la estación, iban a depositarlo en el suelo cuando les indiqué que lo llevasen a una banca para atenderlo. “Me hago cargo” les dije, casi todos se regresaron al tren y miraban desde la ventana, esperando a que se pusiera de nuevo en marcha. Hiperventilaba, la piel estaba pálida, fría y sudorosa, su pulso aceleradísimo, le aflojo la camisa y trato de entender qué le ocurría, palpé sus bolsillos para dar con algún medicamento, alguna pista. Nada. El tren permanecía detenido. La ambulancia ya venía en camino, alguien notificó que había personal en Sants, en el caso de que hubiésemos llegado con el paciente.


-Mírame a los ojos, respira conmigo..lentamente...lentamente...
-No puedo..no puedo...
-Vamos..respiremos juntos, sígueme, aspira profundo...retén...ahora exhala...ahora otra vez..
-No puedo..los trenes..los trenes..-.Respondía tiritando.
-No pasa nada...vamos respira conmigo....sólo piensa en tu respiración...
Empezó a agitarse nervioso...lo abrazo y le sigo repitiendo con suavidad que respiremos juntos, al poco rato siento que me sigue. Le propongo subir de nuevo al tren y se vuelve alterar, luego con el sonido de la ambulancia y sus luces, vuelve a hiperventilar.
-Vale..vale...nos quedamos aquí ya está llegando la ambulancia..Respira conmigo, más lento..más lento..más lento...sólo piensa en tu respiración.

Mientras lo tengo en mis brazos, el joven rompió a llorar, murmurándome al oído palabras sueltas que al principio no entendía, pero que al juntarlas se me develaron en una clave siniestra. Aquel once de Marzo él iba en uno de los trenes en Madrid y de eso aún no se recupera. Algún recuerdo, cualquier recuerdo, detonó de nuevo en el chico y volvió a revivirlo todo. Cuánta gente debe andar por ahí como él con su alma destrozada.

Lo abrazo con mayor fuerza, creo que en el fondo era lo único que necesitaba.

El personal de la ambulancia se acercaba, delante de ellos iba una chica que corría hacia nosotros con un gran bolso de primeros auxilios por el andén, había algo en su mirada y en su pasos decididos, que a mi vez me trajeron otros recuerdos, algo más lejanos. Apenas ellos tomaron las riendas, agarré mis cosas, busqué un vagón alejado y me hundí a solas en un asiento, no quería hablar con nadie, no paraba de reprocharme en haber tardado tanto en reaccionar. El miedo y el dolor de ese chico me estuvo acompañando por unos días más.